jueves, 30 de junio de 2016

El berretín del Ruso

Alejandro Dolina, en un maravilloso relato de su libro Cŕonicas del angel Gris, nos contaba la peculiar historia del Ruso Salzman:

El ruso Salzman tuvo muchas novias. Y a decir verdad solía dejarlas al poco tiempo. Sin embargo jamás se olvidaba de ellas.
Todas las noches sus antiguos amores se le presentaban por turno en forma de pesadilla. Y Salzman lloraba por la ausencia de ellas.
La primera novia, la verdulera de Burzaco, la pelirroja de Villa Luro, la inglesa de La Lucila, la arquitecta de Palermo, la modista de Ciudadela. Y también las novias que nunca tuvo: la que no lo quiso, la que vio una sola vez en el puerto, la que le vendió un par de zapatos, la que desapareció en un zaguán antes de cruzarse con él.
Después Salzman lloraba por las novias futuras que aun no habían llegado. Los hombres sabios no se burlaban del ruso pues comprendían que estaba poseído del más sagrado berretin cósmico: el hombre quería vivir todas las vidas y estaba condenado a transitar solamente por una.
Aprendan a soñar los que se contentan con sacar la lotería...


El Ruso forma parte de los hombres sensibles de Flores, liderados por el poeta Manuel Mandeb, una suerte de brazo armado de la poética, frente al gris embate regulador de los “refutadores de Leyendas” obstinados en probar que el mundo carece de toda belleza. Dolina sitúa a sus personajes en un mundo nostálgico y mítico, que intenta infructuosamente sobrevivir frente al avance de un mundo a la vez moderno, frenético, y desalmado. Refleja, además, a través de la historia del Ruso, la sensibilidad del intelectual, el hombre complejo, con miles de aristas, y que quizá piensa demasiado algunas cuestiones. El ruso (así como los intelectuales, los poetas y los artistas en general) es conciente sobre todas las cosas de la finitud de su existencia, cosa que realmente lo abruma... En la angustia de conocerse finito intenta prolongar su vida; quiere ser muchas veces él, y también ser otros, muchos “otros” distintos... quiere,  llevar las posibilidades hasta el infinito, quiere, en definitiva, vivir todas las vidas...

El temor a la muerte


Con esto no descubrimos la atlántida, claro está. El temor a la muerte ha sido la piedra angular de respuestas culturales como la religión, el arte o la ciencia, que  intentan explicar, controlar o minimizar ese sentimiento. Cada uno de nosotros resuelve, utilizando como base algunas de esas explicaciones, cierto “olvido” y “puesta en perspectiva” de esa angustia. Para evitar que nuestra vida sea una linea continua de sufrimiento hasta el día de nuestra muerte, nos enfrascamos, o a veces la vida nos enfrasca solitos, en una vorágine de actividades que nos hacen olvidar de la muerte. Trabajamos como perros, nos buscamos una carrera académica interminable, tenemos hijos, pagamos las facturas de teléfono... De vez en cuando nos invade la sorpresa del camino recorrido, y nos agarra el miedo: que cumplí tantos años y no hice tal, que desaproveché tal oportunidad, que no sé si soy feliz, que me falta plata, que tengo plata pero no me siento pleno, que estoy en pareja pero quiero estar solo, que estoy solo y me gustaría tener una pareja, etc, etc, etc. Es curioso que frente a esta nueva angustia, resultado del mecanismo para olvidar la angustia anterior, el berretín del ruso se termine vulgarizando: hoy por hoy todo el mundo quiere vivir todas las vidas.
¿Pero por qué pasa esto? ¿Por qué en este mundo a priori moderno, gris, regular, poco mágico, poco poético, donde existen cada vez menos Rusos Salzman ebrios de angustia existencial, todo el mundo quiere vivir todas las vidas?

Especiales y caprichosos


Cuestiones de época influyen, quizá. En principio vivimos un tiempo de un individualismo feroz, donde los proyectos grupales y/o interpersonales son mirados con recelo y el “yo” es la vedette. Nadie quiere resignar nada de lo que piensa que le corresponde. Ponemos la vara “demasiado alta”, queremos la chancha y los veinte, nos encaprichamos, queremos hacer todo lo que tenemos ganas, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Vamos demasiado seguros por este mundo de nuestro carácter de especial. Resulta al menos loco que hoy hasta el alma más cuadrada del universo se considere así, cuando la verdad es que todos somos mas comunes de lo que nos gustaría admitir. Es decir, no es casualidad que todos seamos especiales: ser “especial” es lo deseable para no caer en los mares de la regularidad, que justamente era lo deseable en otras épocas y hoy se trata de evitar. Un mundo en donde todos son seres de luz, es necesariamente un mundo donde no se distinguen las luces de las sombras.
Nos volvimos seres caprichosos y apurados, que no toleran que las cosas no salgan como queremos. Intentamos subsumir el mundo a nuestros pies. Queremos comer tomate todo el año, y encima que sea rico. Queremos andar de remera en invierno y con buzo durante el verano. Queremos pasión con amor, y amor con pasión. Comer dulce de leche como un chancho y encima no engordar. Tomar  cerveza como si no hubiera un mañana y después quejarnos de la resaca. El mundo a veces nos pega, y duele.

El Ruso no tenia internet


Al individualismo y el "caprichismo" se le suma un dato fundamental: A diferencia de otras épocas, somos concientes que hay otras cosas allá afuera, tenemos plena conciencia de que existen otras vidas posibles. Y Facebook (o instagram) te las muestran, día a día. Y ese tipo angustiado, replanteandose cosas, encuentra en facebook, un lugar donde mirar sus posibles otras vidas, reflejada en la vida de los otros.

“Fulanito se mudó a un departamento de la concha de la lora, en la parte mas linda de la ciudad. Menganito está de viaje por centroamerica, parece que la está pasando bomba. Una conocida saluda a todos en holandés, parece que está en Amsterdam visitando los canales. Uh... y en Italia... eh... eso es porque tiene un novio con plata. Un compañero de la secundaria tiene 3 hijos y está hecho mierda; lo miro y me da pánico. Otro que en el colegio no sabia distinguir un verbo de un sustantivo ya se compró un flor de autazo. Seguro gana tres veces mas que yo. La gordita con anteojos de la primaria bajó como veinte kilos y está mas buena que comer pollo con la mano; ¿como mierda hizo?. Un par de compañeros de la facultad se recibieron; no sé si emocionarme o putearlos. Un ex compañero de trabajo sale vestido de traje en una foto, junto a media docena de tipos vestidos igual que él; parece que consiguió laburo en un lugar importante... mierda, yo sigo en el mismo, como un diamante en bruto, mirando facebook como un boludo...”.

Todo eso te amplia la sensación de insatisfacción, porque lo que en el pasado (o sea, antes de la “Sociedad digital”) era imperceptible, o solo perceptible por el intercambio personal -y hasta ahí nomás- ahora se ve materializado en fotos de lugares, de casas, de cosas, de gente. Al siguiente segundo nos cuestionamos nuestra existencia. “Yo mientras esta gente “progresaba” o “la pasaba bien -decimos- ¿que hice?”. Y vemos nuestras faltas, y nos bajoneamos, y nos deprimimos.

Elecciones, límites y posibilidades.


A todos nos pasó alguna vez, es casi un signo de época. Pero también el riesgo de caer en una falsa conciencia. Olvidamos nuestro camino recorrido para llegar hasta allí, nuestras elecciones, nuestros éxitos y nuestras limitaciones. Pensamos en abstracto, jugamos a vivir todas las vidas desde el monitor de nuestra pc o desde la pantalla de nuestro celular, espiando por el cerrojo del perfil de facebook. Pero ya no por temor a nuestra finitud, como le pasaba al ruso Salzman, sino por temor a decidir ser algo: en el platonismo de soñar ser todo, olvidamos el materialismo de decidir ser.
“Decidir ser” exige un camino duro y tortuoso. Implica quedar desnudos frente a nosotros mismos, bancar o  cambiar nuestras elecciones y reconocer con plena sinceridad nuestros límites y posibilidades. Y eso implica ser sabios, comprender y aceptar cuando las cosas funcionan y cuando no. Creo yo que esa es la única forma real de estar en paz con nosotros mismos y con nuestro camino, la forma de escapar al berretín del ruso, a la angustía del intelectual y del tipo que está en la casa mirando facebook: no podemos vivir todas las vidas, pero sencillamente podemos, en cambio, elegir vivir una.

4 comentarios:

  1. Me encanto! Y como siempre un lujo leerte!

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    1. Gracias Nancy! Me alegro que te haya gustado. Gracias por leer y comentar!

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  2. Otro ruso que anda perdido por ahí4 de julio de 2016, 14:25

    Tenés talento, guacho ehhh... Brindo por eso! Y porque vuelva la gloriosa Mesa de los Galanes en aquel famoso pub de aquella ilustre ciudad de feligreses...

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    Respuestas
    1. Ruso, Brindo por lo mismo que usted! La mesa espera, impertérrita, una nueva reunion. Gracias por leer!

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