lunes, 22 de agosto de 2016

Una foto sonriendo y una frase de los Redondos

Hasta hace unos pocos años desaparecer de los lugares frecuentados, mudarse o perder un numero de telefono implicaban practicamente darle la espalda al mundo, borrarse, hacer un punto y aparte, no verse mas, guardar en el recuerdo y a seguir viviendo. Hoy la barrita de búsqueda de Facebook nos devuelve resultados inimaginados. Y Así, historias que debían terminar, continúan. Historias de nunca mas nos vimos, se reinician. Los finales definitivos o necesarios no quieren ser mas de la partida. Como dijera el gordo Casciari, parece que nos hemos vuelto unos heroes perezosos.
Hoy pareciera que no se nos puede perder el rastro. Aunque nos vayamos a jupiter nos pueden contactar. Sentado en el bondi, en el inodoro o al otro lado del mundo nos llega por igual un mensajito a nuestro celular. La posibilidad tecnológica es casi infinita, el perfil de facebook cuenta quienes somos, las fotos de instagram que cool y bien la pasamos y los hashtags de twitter que tan malos podemos ser bardeando a algún famoso. Nos etiquetamos junto a el o ella, mostramos lo felices que vivimos, lo bien que estamos, desde cualquier lado, tomando un café, de vacaciones en la c&%#4 del mono o de joda con 25 amigos.  Mas allá de que las fotos representan aquello que deseamos que vean los demás (¿o aquello que intenta tapar nuestras propias inseguridades talvez?) pueden tornarse un problema... ¿Que pasa si nos separamos y de golpe todo esa abundante actividad nos pesa o nos duele? ¿Se puede borrar el pasado? ¿Donde metemos esas fotos, que abundan en nuestro celular, en nuestro perfil y en todas partes, ademas de nuestra propia memoria? ¿Como sobrellevar el dolor, si cada tanto el amigo de un amigo comenta alguna pelotudés y por mas bloqueados que estemos volvemos a ver, otra vez, ese rostro que queriamos olvidar? ¿Como seguir, con el recuerdo siempre fresco, con los comentarios de las fotos felices, con los mails llenos de cariño, con el pasado escrito en un eterno presente? A continuación algunas reflexiones sobre el desamor en tiempos de facebook.

Arqueología de redes


Un camino para hacer frente a los recuerdos digitales que nos resultan incómodos es el método egipcio. Hubo una vez un faraón que se llamaba Akenatón. A lo Alfonsín, trasladó la capital del imperio y además impulsó una reforma religiosa sin precedentes. A los sacerdotes, guerreros y clase alta del imperio, la reforma no les gustó ni un poquito. Muerto el faraón, decidieron, literalmente, borrarlo de la historia: rompieron a mazasos las inscripciones con su nombre, destruyeron sus templos y utilizaron los bloques de piedra para construir nuevos monumentos. La jugada les salió bastante bien, pero el recuerdo pervivió: en algunas inscripciones y en las comunicaciones con otros imperios aparecía el nombre del faraón olvidado.
Si queremos hacer lo mismo con el recuerdo de un ex, los riesgos son similares. Podemos tener exito en reescribir nuestra historia, en borrar cada fragmento de su existencia, en quitar de nuestra vista cada palabra suya de nuestro muro. Pero cada tanto pueden aparecer cosas que no manejamos. Un fortuito me gusta puede visibilizar alguna foto vieja, un comentario, una publicación que no podemos borrar, en el perfil de un amigo o en el de un familiar. En ese momento nos damos cuenta que el desamor, como el amor es un juego. Un juego en el que perdemos, cada vez que nos acordamos que estamos jugando.

Actividades grupales


La gente se apoya en las redes, en los contactos. Aparecen los amigos y los agradecimientos.   Las amigas sentencian: ese tipo no te convenía. Los amigos reflexionan: el mundo está lleno de minas. Las chicas parecen mas lindas, cuando están recien peleadas, como un plus que les da el universo para superar el mal trago; el pelo al viento, plataformas: son diosas. Los hombres se ven gordos y deprimidos, hasta que empiezan el gimnasio o van a jugar a la pelota cada tanto; se compran un par de pilchas, y otra vez al ruedo. Salgamos! -se escucha al inísono a ambos lados de la ciudad-. Las jodas se vuelven furiosas, el placer inusitado. Hombres y mujeres, un fugaz recuerdo, el alcohol, un compañero. Todo va bien hasta el bajón de las cuatro de la mañana. Bajo las estrellas, en el fresco de la noche, lloran. Solos o acompañados por los besos ebrios de un compañero ocasional. Extrañan la compañía, los besos tibios de las mañanas, las horas perdidas, el soñar juntos un futuro que ya no existe. Entonces, no queda otra cosa mas que aprender del dolor y esperar a que amanezca.


La inteligencia del dolor


Cuando nos encontramos solos después de un tiempo de noviar es difícil: reencontrarse con uno mismo, bancarse sentimentalmente desnudo. Pueden pasar tres cosas: que se banque, que se banque tortuosamente o que no se banque. Algunos no se lo bancan: Vuelven al poco tiempo con la misma persona, o con otra, pero en general reproduciendo mucho de lo dejado atrás.
Otros soportan con naturalidad. Entienden que es parte de la vida y siguen adelante. Será lo que será o sino no será nada, dicen, cuando se ponen sanmartinianos. Quizá amaron poco, quizá amaron bien. El que lo dio todo tiene pocos reproches, el que no dio nada, también.
Por su parte, los que son dejados, por lo general, sufren tortuosamente. Se rompen la cabeza contra la pared, se deshacen en preguntas, no lo pueden aceptar. De alguna manera, si no hacemos alguna clase de ciclo virtuoso del dolor eso no tiene sentido, porque el dolor ya de por sí es doloroso para que encima seamos tan idiotas de no aprender nada de él. Un par de peliculas pueden ayudarnos a pensar esto.
En No sos vos soy yo, Javier (Diego Peretti) es un médico cirujano que, de un día para el otro, es abandonado por su mujer (Soledad Villamil). Javier pasa meses con un dolor inmenso, sin poder reencauzar su vida. Va al psicologo, se compra un perro, se reune con una pareja amiga, intenta volver a sus tiempos de galán. Nada funciona. Tropieza una y otra vez con su propio patetismo. No puede dejar de pensar en ella, solo quiere que ella vuelva, no puede superar la pérdida.
En (500) Days of Summer, le pasa algo parecido a Tom (interpretado por el actor y posible clon de Luciano Pereyra, Joseph Gordon-Levit). Tom se enamora perdidamente de Summer (Zooey Deschanel), la chica nueva de la oficina, y ella parece corresponderle: Van al cine, a comer, a Ikea... Tom quiere amor para toda la vida, Summer solo algo casual. Vemos el devenir de Tom, desde el cielo al infierno, pasando por el supermercado de la vuelta, al que va en bata y pantuflas a comprar leche y whisky para sobrellevar sus momentos mas depresivos. Los saltos temporales en el relato (La peli no sigue un orden cronologico tradicional) nos ayudan a matizar lo que sucede, y los vaivenes del amor y el desamor; Tom parece buscar en el recuerdo de cada minuto pasado con ella, indicios, aún los mas mínimos, para entender que ha sucedido.
¿Como salir? Sin intentar hacer spoilers demasiado grandes, se puede decir que no hay salidas simples: Es un proceso, en el cual, después de tanto palo eclosiona un individuo mejorado, con el cuero mas duro, pero con la cabeza mas liviana. Después de tocar fondo, solo se puede subir, y para eso debemos permitirnos saber para donde queda el arriba y ademas dejar de nadar contra el piso: sabiduría, menos capricho y aceptación. En algún momento nos tenemos que levantar, juntar lo que queda de nuestros pedazos, y armar algo. Tom, en la escena mas tipicamente yanqui de la peli, sale desde el fondo con todas sus fuerzas y redescubre su antigua vocación. Javier, mas terrenal, mas argentino, de a poquito va saliendo de su pena, sin antes dejar de enfrentar la prueba mas dura de todas.

La foto de perfil


Es facil detectar cuando una mujer cambia su estado sentimiental nuevamente a soltera. De golpe en su foto de perfil está sola, ya no está mas el novio: desapareció. Una foto nueva de perfil identifica a alguien que esta en un nuevo comienzo. Es casi como el lanzamiento de un nuevo producto al mercado. Una nueva imagen. En cierta medida es asi: es el lanzamiento al mercado sentimental. Existen, creo yo, dos estilos bien definidos. Por un lado el estilo “cuarteles de invierno”: fotos reflexivas, borrosas, bucólicas, incidentales. Fotos de portada de paisajes, mucho “soltar” y algunas palabras orientalizadas a pesar de nuestra experiencia netamente occidental. Las chicas se guardan para un duro invierno o para inmiscuirse en la reflexion mas profunda del yo. Limpiamos el alma y por ahí -quien te dice- capaz algo pica. Esto puede dar paso -o no- a un segundo estilo que yo llamaría “a la carga mis valientes” mas típico de periodos estivales, proclives a las fotos en bikini mostrando la mercadería para aquel que quiera y pueda comprar. En medio de ambos estilos se encuentra un justo medio que encuadra cierta sobriedad pero iguales intenciones de relanzamiento: selfies narcisas, estilo despojado y algo de color en los labios, una foto sonriendo y una frase de los redondos; para salir al mundo y para que el mundo nuevamente las invite a salir.
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