sábado, 12 de julio de 2014

Lo cotidiano, el 9 de Julio y el rol del historiador.


Esta es una entrada rara, porque antes de comenzar a leerla, voy a pedir que primero vean un video. Es cortito, es entretenido y nos va a ayudar a introducir un concepto que después vamos a manipular: Proviene de las ciencias “naturales” y se llama “ceguera al cambio”, explicada aquí por el genial Dr. G (Diego Golombek), junto a sus fieles asistentes, el “señor de acá” y el “señor de allá”.


¿Que demonios hace un “historiador” (me pongo el traje por un ratito, y no exhibo titulo porque en realidad todavía no lo tengo) hablando de ciencias naturales y procesos cognitivos, y otras “cosas serias”? Intentaré hacer una pequeña defensa. La idea general de la ceguera al cambio responde a los procesos de “invisibilización” de grandes cambios en el entorno, que resultan imperceptibles para el sujeto. Es sumamente curioso que este fenómeno es muy parecido al “presentismo” que “aqueja” a las personas en su vida cotidiana y a las sociedades en un nivel mas general, amplio y complejo, al respecto de su entorno y a los cambios históricos en los cuales se ven inmersos. Intentaré explicar un poquito mas estas ideas.



Lo invisible de lo cotidiano   


En la vida cotidiana de las personas, se producen grandes cambios, pero en lineas generales lo que prima es la regularidad: Salvo que seas un mochilero, un rockero algo drogón o un artista de vanguardia, todos los dias tienden a parecerse... Se establece cierta regularidad que solemos denominar cotidianeidad. Sin embargo existen ciertas variaciones sutiles, imperceptibles en el día a día, que a la larga terminan siendo muy evidentes... pero de las que no tomamos conciencia fácilmente. Mejor aún, nos acostumbramos, y olvidamos cómo era antes la cosa, como si solo existiera nuestro eterno presente. Pongo un par de ejemplos pavos. Nuestro entorno cotidiano, por ejemplo: Los edificios, los locales comerciales, las calles asfaltadas, la casa de al lado... voy con una anécdota personal: frente a la casa de mi vieja, hace 15 años había un terreno baldío. En la otra cuadra recién estaban levantando dos casitas, que me tapaban un poquito el sol durante las frías mañanas de invierno mientras caminaba hacia mi escuela primaria. Hoy, cuando voy de visita por esos lares, me encuentra unas cuadras totalmente atestadas de casas, con perros, autos y gente adentro. Ya asumimos que están ahí, ya naturalizamos que están ahí... Solo si hacemos un “esfuerzo rememorativo” volvemos a tener conciencia que esas casas no son eternas, que antes no estaban, al igual que esos autos, esos perros o esa gente. Este tipo de cosas son evidentes si hace mucho que no venís y te encontrás 10 casas nuevas... pero en el día a día, en el ladrillo a ladrillo de la casa levantándose, lo mas probable es que por más que intentes, no puedas recordar como era antes ese baldío, o esa casa vieja que se caía a pedazos, antes de ser remodelada...
De igual manera, nos pasa con la tecnología. Hace 10 años, en mi curso de secundario, solo 3 compañeros tenían celular. Yo, por ejemplo, no tenía. Hoy, hasta las plantas tienen celular, y un adolescente que no tiene el suyo es prácticamente un discapacitado social. Hasta las viejas que no sabían ni usar la videocasetera, hoy lucen plateados smartphones y tienen cuenta de facebook. ¿No les pasa, queridos lectores, al perder u olvidarse el celular, tener la sensación de estar medio perdidos durante cinco minutos, sin saber que hacer para comunicarse (como si el teléfono de linea Bell no lo hubiera inventado, como si Ray Tomlinson no hubiese utilizado nunca una arroba, ni Xerox inventado el fax, ni los egipcios o los chinos el servicio de correos) y piensan por unos instantes, si es que justo salieron a encontrarse con alguien, “como mierda hacia la gente para encontrarse en el pasado”?. 

Entre la ceguera, el 9 de Julio y un acto escolar


Bueno, a las sociedades suele sucederles lo mismo que a las personas. Distraídas en su devenir, corren el riesgo de naturalizar lo dado, y olvidar las sutilezas de los baldíos y las casas que antes no estaban. Justamente ese “presentismo”, esa “ceguera al cambio histórico”, es lo mas difícil de romper, incluso para aquel que se dedica, o pretende, o intenta, explicar el pasado. Romper los mapas del presente, reconstruir un momento del mundo en donde ni los territorios, ni las palabras, ni prácticamente nada significa o es igual a como es ahora, es algo fatigoso y complejo, totalmente contra-instintivo: “Viva la patria”, decimos hoy, y nos referimos a Argentina. “Viva la patria”, podría decir un paisano en 1810 y referirse a Areco o a la villa de Luján. Que grande y extensa es la provincia de Buenos Aires, mirando el Google maps, y que chiquita que parece si pensamos que al momento de la independencia o incluso mucho después, la frontera sur de la provincia era el río Salado y al oeste, la linea de fortines...
El 9 de julio (o el 25 de Mayo, mejor) es un ejemplo: se da por sentado que significó el inicio de la Argentina como país, afirmación que se sigue reproduciendo, aunque en realidad, contenga algunos pares de problemas, como ya ha señalado la historiografía. A riesgo de caer en lugares comunes de divulgador barato, se sabe que el problema del 9 de julio es que no nació la Argentina. Fue un momento crucial, en su proceso de formación, pero definitivamente faltaba correr mucha agua debajo del puente: La caída del gobierno central, las autonomías provinciales, la experiencia Rivadaviana, Rosas, su caída, la Confederación versus Buenos Aires, la inserción en el sistema económico mundial... y podríamos llegar hasta 1880 (o incluso después), según el recorte y el análisis que tomemos... El proceso fue complejo, tortuoso, con muchas idas y vueltas; 1810/1816 como “partida de nacimiento” nacional, supone justamente, que argentina existía “de antes”, de manera “natural”, ignorando las vías muertas, las iniciativas truncas, las posibilidades que no fueron... es decir, ignorando que se trata de una construcción, que como toda construcción, es una creación humana y tiene historia, una historia previa para “llegar a ser”.
Curiosamente en las academias se sabe que es así, y en las escuelas... mas o menos. Hace mucho que no me doy una vuelta por los actos patrios, pero los últimos que vi seguían reproduciendo las ideas mas tradicionales sobre el asunto... Muchos San Martines, muchos Belgranos, muchas damas antiguas, algunos granaderos, un par de negras vendiendo empanadas y algún que otro negro que vende velas. La aparición de los indios, queda reservada solo para los 12 de octubre, y que yo sepa, en general brillan por su ausencia, como si no hubiesen participado en “la obra”. Espero algún dia ver a batallones de negros o de indios haciendo lío y exigiendo el prest (el pago por sus servicios militares) durante un acto escolar, en lugar de solo vender velas o bailar alegremente una canción de Xuxa. Eso daría mas fidelidad histórica a los actos y sería mucho mas divertido, aunque cause traumas en mas de una directora. 

Un doble juego que jugar


Si logramos repensar el pasado, mirar con atención los procesos y desnaturalizar el presente, hay un doble juego para jugar. Por un lado, dar cuenta de cual es la selección de lo que se recuerda y lo que se olvida en una sociedad y por qué. Nada es inocente, y suele estar determinado por distintos factores e intereses, tanto políticos como ideológicos, como culturales, como económicos, como de formas de ver el mundo: El estado imponiendo su ideología; los actores económicos y las élites obrando a través de él, en ultima instancia “determinados” por el modo en que las sociedades se organizan para lograr su propia reproducción, y por otro lado clases populares, resistiendo, consintiendo, negociando, y algunas veces avanzando e intentando romper los esquemas establecidos y generando otros nuevos...
El otro juego que aquí se abre es justamente el rol del historiador y de la Historia como disciplina, que tiene que meterse allí para hacer preguntas en el medio de las certezas, molestar a las verdades talladas en piedra, ejercitar las fibras del pensamiento, cuando mas anquilosadas estén... para hacer “revisionismos” si es necesario, pero no para descolgar un cuadro y reemplazarlo por otro igual, pero de signo contrario, sino para hacer un relato del pasado mas complejo, mas real; para que en última instancia no haya mas cuadros y en su lugar se pinte un gran mural, que lleno de experiencias, trayectorias y luchas, nos permita no quedarnos ciegos ante el cambio, y ser conscientes de nuestro pasado, que afecta directamente quienes somos en nuestro presente, además de darnos un reservorio de historias, prácticas y enseñanzas para edificar nuestro futuro.

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